Autora

Rocío Cartagena Garcés

domingo, 20 de diciembre de 2015

El mundo: Sexualidad conducida por creencias, pero no por la verdad


La experiencia docente sobre la realidad de Colombia fue la base de este libro y de la serie de talleres que lo complementan, pero el hecho de que la vida sexual es un factor común a todos los seres humanos, introdujo el interés por mirar la realidad de este país en comparación con “realidades cercanas” de Latinoamérica, permitiendo corroborar que, con ciertas diferencias de legislación e insuficientes avances en materia de educación sexual, el contenido de esta obra también abarcaba a los otros países de la región y respondía a sus imperiosas necesidades de solucionar sus falencias en esta materia. Entonces se hizo necesario conocer un poco acerca del tema en latitudes más lejanas, con el tímido deseo de tomar y replicar todo lo bueno de esas “otras realidades”, llevando a concluir que el mundo no era en definitiva ese lugar “civilizado” que algunos creían o querían hacer creer.

En los países subdesarrollados la gente vivía a medias e intentaba saciar sus carencias y sus vacíos por la vía del sexo casual. En los países desarrollados la gente se suicidaba y llenaba los consultorios de psicólogos y psiquiatras porque también estaba perdida y confundida. En síntesis, estábamos en un mundo tecnológicamente avanzado, pero desorientado y carente de los valores intrínsecos de una genuina civilización.

En políticas de educación sexual, dependiendo del lugar, se dieron grandes giros. En Dinamarca, por ejemplo, las clases de educación sexual ya no sólo estaban enfocadas en prevenir los embarazos, sino en su perspectiva positiva, explicando cómo tener hijos, debido a la elevada reducción de la tasa de natalidad, algo bastante generalizado en toda Europa. El trasfondo de esto, era la preocupación por el tránsito hacia futuras economías con menos trabajadores jóvenes en proporción con la cantidad de jubilados.

No obstante, las posturas más conservadoras coexistentes dentro del Parlamento Europeo trataron siempre de frenar aquellas iniciativas que podían generar avances en los derechos sexuales de las mujeres y progresos en el acercamiento a la igualdad de género. Tales posturas se opusieron, por ejemplo, a garantizar el derecho al aborto también en el caso de las menores de edad, e incluso se han manifestado en contra de que se garantice el acceso de los jóvenes a los preservativos, se ofrezca reproducción asistida a mujeres solteras o lesbianas, y de que los alumnos de primaria y secundaria reciban educación sexual en la escuela. Las razones eran tan diversas como absurdas, y en nada acordes con el “civilizado” viejo continente.

Una mirada, dirigida hacia cualquier lugar del mundo, mostraba sin excepción un panorama desolador, consecuencia del mal uso de la energía sexual, construido sobre inexistentes o equivocados modelos de educación al respecto. Como una de tantas acciones paliativas ante el desastre, en 2008 la UNESCO emprendió un programa de trabajo enfocado en la educación sexual, con el fin de impartir orientación técnica sobre la manera de mejorar la prevención del VIH entre los jóvenes en los establecimientos de enseñanza, algo que vino a ser un emprendimiento tardío a la luz de los hechos, tal como ocurrió con un programa más antiguo centrado en el control de la natalidad. Sin embargo, la UNESCO ha hecho esfuerzos en general en educación sexual, mediante recomendaciones, por ejemplo, acerca de lo que debe saber un niño sobre sexo.

El modo de manifestar la energía sexual tiene más relevancia de la que es posible imaginar y las relaciones sexuales son de suma importancia para el bienestar general. Si nuestro acercamiento a la sexualidad no es el adecuado, tendremos enfrente un gran obstáculo para nuestro desarrollo espiritual. Es imperativo entonces que cada uno reconozca el verdadero valor y transcendencia de su individualidad, de su identidad, de su cuerpo, y de las diferencias de género, hasta llegar a la plena comprensión del verdadero significado de ser “hombre” y ser “mujer”, reconociendo su lugar en el orden del mundo, ya que ambos seres, de manera complementaria, tienen una tarea excepcional con la descendencia. La mujer da la forma visible, pero no puede lograrla sin el hombre. Ambos, aunque en apariencia son diferentes, son dos mitades iguales, son pares al mismo nivel. Ninguno superior o mejor que el otro, en ninguna circunstancia. La batalla de los sexos es un enfrentamiento inútil.
 

 

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