Estimada
autora:
Un
momento de la historia en el que todo se encuentra al alcance de las manos de
quien se ocupe de buscarlo, exige de los procesos educativos una clara
contundencia con relación a los valores que deben forjarse en la preparación
para la vida, tanto de infantes como adolescentes, de modo que esos valores se
constituyan en la carta de navegación para dirigir el barco sin perder el
norte.
La
sexualidad es un tema inherente a los seres humanos, que ha ido tomando diferentes
matices a lo largo del tiempo. Cada generación trasmite a las venideras,
aquellos valores y conocimientos en los que ha sido educada, añadiéndole las
modificaciones de la propia experiencia, y tiñéndola de las variables sociales
y culturales.
Lo
que es cierto es que no hay individuo en el mundo que no haya tenido que
toparse con este asunto. Los valores, en gran medida, son garantes de vivir y
asumir la sexualidad en un marco menos tedioso y complejo ya que, al ser
formados bajo ellos, se cuenta con herramientas como la comunicación, la
capacidad de tomar decisiones, el manejo adecuado de las necesidades afectivas
y la forma de expresarlas, la autoestima, la responsabilidad y el libre
albedrío, entre otras, que hacen de su asunción un proceso sano en todo lo que
representa, disminuyendo los riesgos o consecuencias negativas, favoreciendo el
logro de metas y forjando el proyecto de vida.
A
lo largo del proceso de crecimiento, los niños y niñas se impregnan de
diferentes vivencias ocurridas en su crianza con los adultos, de la influencia
de los medios de comunicación, y del mundo externo. A partir de allí se van
configurando sus primeras actitudes y habilidades respecto del afecto y la
sexualidad, incidiendo en mayor medida sobre los comportamientos. Por ello,
parte fundamental de la educación debe iniciarse en la familia, apoyada por la
institución escolar, sobre la base de una educación sexual orientada en
valores, la cual debe contextualizarse de acuerdo a los ciclos evolutivos del
niño. No se trata de sólo informar por informar, sino de saber encadenar la
información para que logre producir en el niño (a) una verdadera toma de
conciencia, razón por la cual la educación sexual definitivamente exige
secuencialidad, pertinencia y oportunidad.
Esta
obra y la serie “Vida Sexual con Valores”, se orienta precisamente a abordar estos
asuntos en el momento preciso, con las herramientas más acordes, realzando un
engranaje pertinente entre el sujeto (Quién soy, hacia donde me proyecto, qué
deseo, qué espero de mí), la familia como base fundamental de su proceso de
aprendizaje y que acompaña y guía procesos, la escuela como reforzadora y
formadora de valores, y el contexto social que demanda y propone.
Parafraseando
una frase presentada en la sección de los antecedentes de esta obra: “El hoy es
una consecuencia del ayer y si en el ayer no construimos las bases para el presente,
difícilmente podremos incidir en el estado de las cosas que hoy nos preocupan”,
en buena hora se está haciendo este gran aporte a las personas de nuestras
comunidades que se encuentran en una constante búsqueda de promover unos sanos
estilos de vida y decididas a convivir mejor.
Felicitaciones
a la autora, por escribir propuestas tan útiles para la educación sexual,
basadas en su aprendizaje, investigación y experiencia en relación con el tema,
durante su vida y en su trabajo en el campo educativo. Sus planteamientos van a
ser de gran ayuda para la educación, el nivel de vida y el equilibrio emocional
de las generaciones venideras.
Atentamente,
Sandra Milena Gómez
Psicóloga U. de A.
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